miércoles, 7 de septiembre de 2011

Acusacion

La tristeza me está ahogando. Me está ahogando como esa asquerosa y aplastante capa que cubre Santiago y que tuve la ilusión de que no estuviese, pero si estuvo. Y además no se mueve, al igual que mi pena. Mi acusación es que ella no me aprecia. Si me quiere, pero no me aprecia. Porque si es que me hubiese apreciado se hubiese venido conmigo a Chile, o si es que me apreciara por lo menos hubiese tratado de consolarme, pero no hizo nada, solo me pidió favores. Tramites. Materiales. Cartas y canciones. Me estoy desilusionando y no se si esto haya que advertirlo. La verdad es que yo creo que no, porque como siempre en mi yo interno no hay nada seguro, es solo una teoría barata de una barata encogida dentro de su caparazón de quitina cruda con baba. Me siento como una alfombra persa vomitada por los borrachos del barrio alto de Santiago, con colillas y cocaína. Y también me siento como una flor radiante en primavera alistándose para sus primeras conquistas de la temporada, para crear a sus nuevos hijos. Para embellecer el planeta, el aire, el agua.
Tu sombra me pesa, Alejandra. Cuelgas tus cadenas sobre mí y eso me cansa. Te azotas contra mí en vez de encontrarme. Donde estas? Donde quedo tu inteligencia? Acaso fue todo una ilusión? Donde quedaron tus necesidades de mi presencia en tu vida? No entiendo. Entiendo que quieras estar sola, pero no entiendo porque me quieres a tu lado si es que quieres estar sola. Quizás eso es exactamente lo que me tiene mal, porque yo no se lo que soy de ti. Quieres que te espere, supongo, pero es que qué es lo que tengo que esperar. Por qué te tengo que esperar? Tú me abandonaste y además ahora no quieres volver. Me siento tu esclava. Déjame libre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario